Marcelino, que nunca nos falten educadores
Padre Marcelino,
respondiste a la incultura y a la carencia de escuelas
con la entrega de tu vida
y creando una familia de educadores catequistas.
Concédenos disfrutar de centros educativos
que orienten y ayuden a crecer,
responsabilicen y proporcionen sentido crítico,
busquen la formación integral y
capaciten para ser libres;
habitúen a la solidaridad, al diálogo y al servicio.
Sigue, Marcelino,
preocupándote de que no falten a las escuelas
y a quienes estamos en ellas,
educadores comprometidos,
con sentido evangélico de su misión,
entrega vocacional,
presencia testimonial constante e imaginación para adaptarse,
siendo respetuosos a las propias personas
y fieles a los valores permanentes.
Danos maestros que, como María,
crezcan al mismo tiempo
que ayudan a crecer y compartan con nosotros las inquietudes
las alegrías y el amor a la vida.
Que nunca nos falten educadores
que convivan con los niños y los jóvenes, amando a todos,
especialmente a los que nadie hace caso.
¡Gracias, Marcelino, por amarnos a nosotros y a nuestra escuela!
Oraciones para ponerse en camino (pág. 183).