María de la Esperanza
María de Nazareth, madre de
nuestro Señor,
compañera de nuestras marchas,
ven a visitarnos, quédate con
nosotros.
María, virgen de la Esperanza,
contágianos tu fuerza,
acércanos el Espíritu que
llena tu vida.
Ayúdanos a vivir con alegría,
a pesar de las pruebas y de
las cruces
que encontramos en el
seguimiento de tu Hijo.
María, tú creíste y te jugaste
la vida.
Y no te fue fácil, también
pasaste tiempos de incertidumbre,
de no entender las cosas que
pasaban,
de sufrimiento y soledad,
y saliste adelante, con buen
ánimo y entrega.
Nos enseñaste con tu ejemplo
que para dar vida hay que
entregar la vida,
todos los días, en las buenas,
en las malas y en las más o menos.
Enséñanos a esperar en el
Señor,
a confiar en su palabra, a
dejarnos guiar por su Espíritu,
a llenarnos de su buen humor y
alegría.
Enséñanos a escuchar su voz,
en la realidad de todos los días,
en el sufrimiento de tantos,
en las ansías de liberación y
cambio,
en la sed de justicia de las
mayorías.
Enséñanos a orar para no
perder la Esperanza
y para darle raíces sólidas.
Enséñanos a orar para
discernir donde poner los esfuerzos
y descubrir nuestro lugar y
misión.
Enséñanos a orar para no
desalentarnos
en las dificultades y
contratiempos.
María, camina cerca de
nosotros,
acompáñanos, madre buena,
fortalece nuestra esperanza
para que sea el motor de
nuestra entrega,
el pozo donde beber para
seguir,
el refugio donde descansar y
retomar fuerzas.
Anuda nuestra esperanza al
proyecto del Padre.
Danos firmeza para seguir
adelante.
Llena nuestros corazones de la
esperanza que libera
para vivir el amor solidario.
Lo que se espera se consigue
con esfuerzo,
con trabajo y con la vida.
Nos confiamos en tus manos
Para que nos hagas fuertes en
la fe,
comprometidos en la
solidaridad y firmes,
muy firmes, en la Esperanza
del Reino.
(Oraciones para ponerse en camino, p. 124-126).
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